24 y 25 de agosto de 2010
El fenómeno del sector informal fue intensamente discutido en los años ochentas en distintas latitudes al calor de disputas ideológicas que, por un lado lo veían como una estrategia de supervivencia de un ejército de reserva del mercado de trabajo y, por el otro, como una gesta popular de vocación empresarial cuyo significado y potencial no había sido entendido ni por los gobiernos ni por la academia. En las siguientes décadas en medio del contexto de la globalización y de la transición de las economías de Europa del Este, los organismos internacionales como la OIT comienzan a reconocer que en paralelo surge un fenómeno de informalización de las relaciones laborales más allá del sector informal clásico y que tiene que ver con nuevas formas de vinculación de las unidades económicas del “sector formal” con la fuerza de trabajo.
Consideremos como ejemplo el caso de México que no ha sido ajeno a ese fenómeno. Así mientras que en el sector informal no agrícola del país se ubican alrededor de 12 millones de personas, en el servicio doméstico remunerado otros 2 millones y en el sector agrícola 5 millones adicionales, hay otros 3 millones de trabajadores más allá de estos tres ámbitos tradicionales de informalidad que laboran en la economía nacional sin posibilidad alguna de hacer efectivos sus derechos laborales, de modo que, sumados, estos números involucran a más de la mitad de la ocupación total del país en la actualidad.
En países como México ambos fenómenos -el tradicional y el emergente- están pues presentes y a la complejidad de una discusión ideológica no del todo saldada, se suma la pertinencia o no de una política de apoyo y fomento a los micronegocios con vasos comunicantes a una política social alternativa a los esquemas tradicionales de protección al trabajo por un lado, así como el reconocimiento o no de situaciones de facto que ya ocurren en el mercado y hacia adonde parece apuntar la iniciativa de reforma a la ley laboral que actualmente se discute en México. Es por ello que al tiempo que la informalidad no sólo permanece en el paisaje sino que va presentando mutaciones, la discusión de lo que se debe y lo que no se debe hacer con ella, obliga a revisar qué tanto sabemos del fenómeno, con qué recursos de medición disponemos para darle seguimiento y, finalmente, qué tanto ha sido entendido al cabo de más de tres décadas de estar posicionado el tema en la agenda de América Latina y otras partes del mundo.
Tener un intercambio de ideas sobre el significado actual del fenómeno de la informalidad, las formas de cuantificarlo y sobre el conocimiento que se tiene de hasta qué punto es la globalización, o el entramado laboral, fiscal e institucional de los países, lo que alimenta dicho fenómeno.